Tengo la imperiosa necesidad de llegar tarde a todos los sitios.
Mi reloj interno debe haberse quedado sin cuerda. Mi mente debe jugar en otro
espacio/tiempo, o qué sé yo.
Pero llegué temprano el día que te paré en aquel bar ‘de la
esquina’ para empezar lo que hoy voy a
escribir.
Llegué temprano para saber que contigo los días son más
largos y las noches demasiado cortas.
Que los amaneceres son solo para bebernos los vientos y los
mediodías, una excusa para salir a comernos el mundo.
Llegué temprano para que aparecieses tú y devolvieses a su
lugar de origen mi sonrisa.